Any time at all

7/21/2011

¿Sabes cuando tienes esa sensación de llevar mucho tiempo haciendo el gilipollas? Todo ser humano respetable debería tenerla al menos una vez... al mes. Replantearse a uno mismo es genial pero te hace sentir exactamente así. Y a pocas horas de emprender la segunda parte de mis vacaciones 2011 es como me siento.

Soy beatlémana desde hace quince años, media vida exactamente, a lo largo de los cuales he elaborado la "Teoría de la Buena Suerte Beatle". Consiste en que la cantidad de veces que escuches una canción de los Beatles o sus componentes en solitario será proporcional con la suerte que tendrás ese día. Es decir, si no escuchas ninguna pues tendrás la misma suerte que cualquier otro día pero si escuchas cuatro... oh, my god, ese día te pasará algo muy gordo. Llamadlo predisposición o lo que sea, pero a mi me funciona y punto. ¿A qué viene esto? Pues aparte de ser una teoría de mi propia cosecha que os regalo gratis fue el origen de que me sienta, como dice al principio, tonta. Y es que nuestro viaje de pareja a la Albufeira empezó como el culo. Bueno, tampoco es eso, pero era como si no hubiéramos salido de Sevilla. Seguíamos inmersos en el mismo círculo vicioso del que ambos queremos salir hace demasiado tiempo. Yo sabía en mi corazón que estas vacaciones servirían para romperlo pero con esa fe estúpida que no basas en nada excepto tu intuición.

Cuando empezaba a dudar, en el peor momento... De la nada comienzo a escuchar en pleno centro comercial cantar a Paul McCartney. Si, era una canción de uno de sus peores discos pero eso no influye en la teoría. Luego otra de George y esa misma noche, tomando algo en un pub, ¡dos de Los Beatles! Bueno pues, de alguna manera que no sabría identificar, cambiamos el chip. Dejamos de mirarnos y empezamos a vernos a través de nuestros ojos, a ver nuestro interior, a recordar qué sentíamos por el otro y por qué.

Ahí empecé a darme cuenta de que, muchas veces, no vemos lo que tenemos al lado porque lo damos por supuesto. Y yo no veía que tengo al lado una persona que nunca se rinde si es por mí, que es capaz de sacrificarlo todo y de dejarse la vida para que yo sonría. El destino, que es así de mamón, no para de ponerme desde entonces situaciones por delante que me hacen comprobarlo. Supongo que el tema está en que ahora he abierto los ojos y percibo situaciones a las que antes no daba importancia. ¡Hasta le exigía más diciéndole que no hacía nada por mí! Mañana me voy a Barcelona, a mi Barcelona, a descubrírsela a mi hermana pequeña y me muero de la ilusión. Y él se ha dejado la piel para que todo sea perfecto. ¿Es para sentirme gilipollas o no?

Cuando hace menos de un año descubrí por qué tengo los mejores amigos del mundo y de qué pasta estaban hechos no me sorprendí tanto. Será porque la confianza da asco y no valoramos lo que tenemos en casa. Menos mal que nunca es tarde para sentirse gilipollas y devolver una parte de todo ese amor recibido.

Y con esta reflexión me despido hasta la semana que viene que volvamos del viaje. Y como mi hermana pequeña, Macarena, escribe que es una delicia intentaré que nos haga una pequeña crónica de la primera visita a la ciudad que la vio hacer.

¡Sed felices!




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