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Mari Pepa Melguizo

6/06/2011

Son casi las nueve de la mañana de un día cualquiera en la primavera de 1996. Con paso acelerado cruzo la puerta de entrada del instituto Luis Cernuda y me apresuro a entrar... en la cafetería. Ya es tarde para llegar a clase de historia y pienso que con el buen tiempo que hace seguro que encuentro alguien con quien pasar el rato hasta la siguiente hora. Además, esa supuesta capacidad de decidir si asisto a clase o no me hace sentir mayor, importante. Pegada al patio veo una mesa ocupada y cojo una silla para unirme a la conversación, me siento y suena un gran estruendo. La puerta golpea violentamente la barra y tras ella, majestuosamente, aparece Mari Pepa Melguizo. La gran soprano solista, pese a sus dolencias, permanece de pie, inmóvil mirándome fijamente. Sin mediar palabra me señala la salida y como gran diva que es hace mutis por el foro dejando tras de si una atmósfera especial. Me levanto de un respingo y corro tras ella, cuando entro en clase de historia ya está al frente así que voy hacia mi sitio entre miradas jocosas de algunos compañeros... Estoy convencida de que Mari Pepa ya les ha contado el incidente.

Así era Mari Pepa, mi profesora de historia. Grande, en todos los sentidos. Con la cara más expresiva que me haya encontrado jamás pero siempre simpática, divertida, picarona. Unos ojos grandes que, detrás de sus gafas, podían derretir el acero con una de sus irónicas miradas. A Mari Pepa le gustaba repartirnos los exámenes uno a uno, llamándonos a su mesa delante de toda la clase. Cuando te nombraba y la mirabas, ya sabías cómo había ido el asunto. Puedo presumir, sin querer parecer vanidosa, de su afecto. Y no sólo porque interrumpiera una clase y casi sin poder andar me sacara de la cafetería, no. Una vez me puso en un examen un 9'9 de nota. Mientras me acercaba a su mesa a recogerlo, contó a mis compañeros que esa décima me la quitaba "de coraje" por poner 2º Milenio con números romanos. Otra vez al llegar a clase nos encontramos escrito en la pizarra "MARTA CREE QUE PERÚ LO CONQUISTÓ ANTONIO PIZARRO" (nombre de mi profesor de matemáticas, el conquistador era Francisco Pizarro y confieso que aún confundo los nombres xDDD). Las burlas por ese asunto duraron años. También recuerdo con cariño el día en que mi amiga Sandra cumplía años, yo estaba en un examen de historia y le pedí a Mari Pepa salir para darle el regalo. Si, en medio del examen. Y si, me dejó con un "pero Martaaaaa" y mirándome como si me perdonara la vida, muy teatral como ella. Esa era Mari Pepa y yo abusaba de su cariño, la verdad.

Pero no quiero ser egoísta porque sé que el amor de Mari Pepa era para todos sus alumnos. Aunque ella dejó este mundo hace ya mucho, por 2001, me emociona ver que en el rinconcito que tiene en Facebook nuestro instituto todavía es la más recordada y querida. Será porque en sus clases se aprendía mucha historia y mucho de otras cosas. Como música; ya he contado antes que Mari Pepa era soprano, solista en el Maestranza para más señas. Había tenido una larga trayectoria profesional y era muy fan, creo recordar, de Plácido Domingo (y espero no equivocarme porque parece que me la imagino clavándome la mirada por el error). La que no le gustaba nada era Montserrat Caballé, nos contó que con esto de las Olimpiadas le tocó grabar en playback con ella y era una diva insoportable, como no le gustó el tipo de madera con que estaba hecho el camerino se negaba a actuar. Luego el coro de la Maestranza le quiso cantar un villancico y los rechazó. Reconozco que ahí le cogí yo también manía a la Caballé, hacerle eso a mi Mari Pepa, vamos.

Tampoco era raro que nos cantara en clase. La interpretación más hermosa que he escuchado en mi vida del coro del Nabucco nos la regaló un día, sin venir a cuento, después de contarnos de qué iba la ópera de Verdi en medio de una lección sobre la Edad Media.



Lo único malo de Mari Pepa es que había épocas en que no la veíamos por clase. Todos sabíamos y ella no ocultaba que aquellos, sus últimos años, no tuvo mucha suerte. Sufrió mucho con las enfermedades y posteriores fallecimientos de sus padres pero, lo grande de Mari Pepa, es que hablaba de ello con afectación pero transmitiendo siempre energía positiva. Incluso nos leyó la esquela que a su padre, Francisco Melguizo, dedicó ABC de Sevilla por ser uno de sus más destacados críticos musicales. En esa edad tan egoísta que es la adolescencia, nos enseñó sin que nos diéramos cuenta a enfrentar las estocadas de la vida con una sonrisa, sin perder el buen humor pero sin querer pretender que todo está perfecto. Mari Pepa tenía un aura solitaria, enigmática. Se decía que de joven había sido miss y lo cierto es que su rostro era de esos que se nota que han encerrado una gran belleza porque conservan mucho de ella. Era fuerte, enérgica, nunca se rendía. Daba clase casi sin poder andar, aunque tuviera que darla en el salón de actos porque no podía subir escaleras. Aprendí de ella que nunca es tarde, que los romanos para pedir 5 cervezas levantaban dos dedos en forma de V, a ver la parte hermosa de la vida siempre y a no tirar la toalla.

Un día, muchos días después del de la cafetería, me encontré a alguien del instituto. No sé a quién ni por qué, pero me contó que había fallecido y que le harían un homenaje por días después en el Cernuda. Si recuerdo perfectamente el sitio en que estaba, que tras recibir la notica volví a casa entre incrédula y asombrada para luego romper a llorar. Era la primera vez en mi vida que se iba alguien a quien yo quisiera, y la quería tanto. Entonces comprendí que ella no me habría querido ver llorar, miré al cielo, la recordé cantando, poniendo caras teatrales mientras daba los exámenes. Me acordé del porrazo que le dio a la puerta de la cafetería como diciéndome "Marta, levanta el culo y lucha. Por mí".

Muchas veces me he acordado de ese portazo desde entonces, Mari Pepa, y muchas veces me habrías tenido que volver a reñir. Pero no me he rendido, y tu recuerdo hace que quiera que un día te sientas orgullosa desde tu pedacito de cielo. El día que supe que te habías ido me prometí que nunca te olvidaría, pocas promesas en esta vida me ha costado tan poco cumplir. Porque una estrella fuerte, poderosa y brillante como tú, se resiste toda la eternidad a apagarse.

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Es más que amor... es pasión

4/21/2011

Tarde de vacaciones. Ociosa por obligación porque necesito desconectar. Abro Spotify y pienso en qué canción recomendar vía Facebook un día como hoy. No lo dudo: "tiene que ser una del Superstar" me digo a mí misma y pongo el Getsemaní de Camilo Sesto a todo trapo. La canto a voz en grito hasta que termina y aleatoriamente comienza a sonar Simón Zelotes, también de la BSO de esta genial ópera rock de los setenta. ¡Coño! Qué curioso, al mismo tiempo tengo una nueva notificación en Facebook: "Paco Cifuentes te ha invitado al evento PRÓXIMOS CONCIERTOS"... Mi mente comienza a volar muy atrás, a mi época adolescente, hasta dar con el origen de mis pasiones, con el germen de las grandes cosas que todavía hoy me mueven en la vida:


Capítulo 1. El Teatro

Y es que, con quince años, una noche de luna llena de 1997, me enamoré para siempre del teatro (como conté en este mismo blog hace algún tiempo). Por entonces, lo he contado muchas veces, yo era una pipiola que quería ser hippie, bohemia y artista. Así que me pegaba a los que eran así en el instituto, mayores que yo y con ese aire interesante que tanto respeto me infundía. En el grupo de teatro estaban algunos de ellos (que, de hecho, son hoy grandes artistas) como el propio Paco Cifuentes o Rober Terán, por lo que la pequeña Marta adolescente se compró entradas para las cinco representaciones de Jesucristo Superstar. ¿Qué pasa? Lo hice porque no siempre hacían los mismos los papeles principales y porque mi amiga Bárbara hacía de apóstol y me tenía enganchada a todo lo relacionado con el montaje. Al final terminé formando parte, en cierto modo, de todo aquello y supe que yo también quería hacerlo. Un año después, cuando me subí a las tablas por primera vez, me enganché al escenario de por vida. La sensación que tiene uno cuando baja el telón es lo más parecido a enamorarse que he experimentado. Te embarga una paz y una alegría incontrolables durante los siguientes días y entonces no puedes pensar en otra cosa más que en ello. Mi trayectoria como actriz de momento es corta e irregular: un protagonista y un secundario en el instituto, algunas escenas cortas, un corto haciendo de una Lady Macbeth prostituta, una obra interactiva escrita a dos manos con mi amigo Carlos Tuñón para la facultad y una adaptación también para la facul. ¡Ah! también algo de teatro loco de calle con una compañía de la que fui fundadora y siempre me sentiré orgullosa de decir que su nombre estuvo inspirado por mi afición beatlémana: IMAGINA TEATRO.

Capítulo 2. La música y Los Beatles

En casa siempre había una radio encendida, mi madre debe tener una en cada habitación. Así que creo que llevo escuchando música desde que nací. En algún momento que no consigo determinar pasé del Radiolé a los 40Principales y ya entonces grababa en cintas las canciones para poder jugar a que era locutora de radio... pero eso es de otro capítulo. Como ya he explicado antes yo me pegaba a los pantalones de todo chico o chica mayor con aires de bohemio o hippie que conociera. Además de los teatreros teníamos a los que escribían la revista del instituto, muy ácida y con un rollo underground que yo nunca he tenido pero que adoro. ¿Os he contado que me cortaba mucho con los bohemios? Si, verdad. Pues con Antonio, Alfonso Amo, David Calzado y compañía me pasaba que no encontraba temas de los que hablar con ellos pero quería conocerles mejor. La solución la encontré en el britpop, escuchando los 40 a diario era toda una experta y a ellos les molaba... Conseguí mi objetivo y Antonio me propuso escribir un artículo sobre John Lennon para la revista... ¡Yo sólo sabía de John Lennon que era de Los Beatles y que estaba muerto! Así que Antonio y la canción Lemon Tree de Fool's Garden son los culpables de mi beatlemanía. De las locuras que he hecho por Los Beatles mejor os hablo otro día... o escribo un libro que da para eso si sumo las que han hecho amigos míos.

Capítulo 3 (y último). La radio y el periodismo

Volvamos a 1995. Habíamos dejado a una joven Marta casi recién llegada a Sevilla pegada todo el día a un radiocasete de doble pletina. Escribía mis propias entradillas para las canciones, las presentaba y me fastidiaba cuando no las había podido grabar de la radio enteras. Como un par de años después descubrí que los 40Principales convocaban anualmente un concurso para nuevos locutores. Llamé muy ilusionada a la emisora y un amabilísimo Luis Rollán (que también había sido, casualidades de la vida, uno de esos bohemios de mi instituto) me explicó que no podía participar porque no alcanzaba la edad requerida. Hasta entonces había querido estudiar una ingeniería pero ese día tuve claro que iba a ser periodista y que ni la edad ni nada se volvería a interponer en mi camino.

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Los más observadores habrán notado que todas mis pasiones (hasta mi pareja, al que no meto en este ránking pero sabe que es lo que más me apasiona de la vida) nacen en la adolescencia. Y creo que es así para la mayoría de nosotros. Cuando tenemos catorce, quince años... nos atrevemos a soñar, a hacer las cosas desde el corazón y hasta las últimas consecuencias, queremos tocar la luna con las yemas de los dedos. Después, si no la regamos, esa pasión va muriendo como una flor que se marchita si no la atiendes a diario. Así que esos bohemios, hoy algunos amigos ya sea en la distancia o en el recuerdo, son los "culpables" de que siga siendo una apasionada de la música, Los Beatles y el teatro... y cuando por fin me gane la vida como periodista podré decir que lo conseguí en parte gracias a ellos. Bueno, a ellos y a una Marta adolescente a la que nunca he querido traicionar.

¡Feliz Jueves!


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Lo mejor de 2009: Magníficos (6)

1/12/2010

Estamos fuera de plazo, lo sé, pero los magníficos por suerte son muchos y no debo dejar a ninguno sin mencionar. Escribiendo esta sección he sido aún más consciente de la suerte que tengo por tener tanta gente "güena" alrededor. Hoy os hablaré de los ausentes. Amigos de antiguo, amigos del alma, amigos que tienen un hueco a perpetuidad en mi alma pero a los que por avatares de la vida tengo algo más lejos. No obstante, de vez en cuando, un sms, una charla por messenger o una actualización de sus blogs me hace feliz porque sé de ellos. Son esas personas que sabes que cuando las vuelvas a ver será como si el tiempo se hubiera detenido y que estarán ahí siempre para lo que necesites. Comenzamos:




Es, probablemente, el amigo más antiguo que tengo en Sevilla. Como pasan los años, ¿eh? Recordaré siempre cómo le conocí. Yo repetía primero de carrera y el primer día de clase me senté en la segunda banca, muy cortada porque no conocía a nadie. Delante de mí, sorprendida, escuchaba un interesante y encendido debate sobre las guerras mundiales. Lo primero que pensé es "¿qué clase de chico de 18 años se altera tanto hablando de historia?" acto seguido pensé "¡mola!" y con un "no he podido evitar escucharos pero yo opino..." me metí en la conversación. De las mejores decisiones que he tomado en mi vida. La otra gran amistad que surgió de esa escena la perdí y de lo perdido mejor no hablar, es perder el tiempo, ¿no?.

Diría que Alberto tiene un talento natural para comunicar precisamente por esa pasión que me llamó la atención en nuestra presentación. Diría que el periodismo deportivo se está perdiendo a un crack... Pero luego dice que soy una pelota, así que solo diré que le quiero y que espero que 2010 nos acerque, sea como fuere.

Carlos Tuñón





"Siento la hora pero los que me conocéis algo sabéis de lo que hablo: se acaba de morir Michael Jackson, el último icono y mito musical y mi cantante favorito, enfermo pero único, uff" (26 de Junio de 2009 a las 12:12 de la noche)

En el momento de recibir el mensaje me quedé impactada, me volví a dormir y a la mañana siguiente quería creer que todo había sido un sueño. Pero no. En ese momento había una cosa que me alegraba, enterarme por Carlos. Hacía mucho que no sabía de él, no porque él o yo no quisiéramos sino porque es complicado. Él está en Madrid, metido en todos los proyectos que las 24 horas del día le permiten. Apenas baja a Sevilla, así que como digo es complicado saber de él. Pero, en realidad, solo necesito saber que está bien, que es feliz y que no para de hacer cosas. Porque Carlos tiene no un talento, sino varios. Una visión muy especial que sabe plasmar en textos, en un guión, en un escenario... Perfeccionista, detallista, honesto. Siempre busca la excelencia en él y en los que le rodean. Tiene la madera de la que están hechos los genios.

Y para mí, además, siempre será Carlitos. Aquel chico que me apodó "magnífica" sin serlo y que me recordó que tenía ganas de hacer muchas cosas en esta vida. A él le debo muchos proyectos, muchas ilusiones y la fidelidad que nada más los amigos de verdad le tienen a uno. Por eso, un mensaje y una charla telefónica al año suyas merecen estar en esta lista. Porque él es el "magnífico" original.





Guillermo Rosado y Ángel (Pichi) Nieto




Esta es la historia de mis dos hijos postizos. El mayor es rubio, me saca unos meses de edad y se llama Pichi. La primera vez que fuimos madre e hijo fue por obra y gracia de Fernando Arrabal y su obra teatral "Pic-nic". A partir de ahí nuestros caminos se han separado y vuelto a juntar en varias ocasiones y, en todas ellas, ha habido calamares, panderetas, chiripitifláuticos y chicos del tupé. Pase lo que pase nos vemos en los respectivos cumpleaños, ya es una tradición, eso y el calimotxo de sus fiestas. Debajo de esa fachada de chico despreocupado, fiestero y chistoso se esconde alguien a quien merece la pena tener de amigo, y de hijo postizo.

Y esas cualidades las comparte con su hermano en la ficción. Cuando fundamos Imagina Teatro, Guille se enceló de Pichi y quiso compartir madre con él. Así que nada, adoptado en nuestro clan. Del pequeñín destaco que sé que me quiere y, por algún motivo, le gusta cómo hago las cosas. Serán cosas de la amistad. Lo mismo que con Pichi hay veces que nos juntamos y otras no sabemos nada el uno del otro en meses, pero siempre nos quedarán las salas de informática de la eterna facultad para intercambiar anécdotas. Prometo en 2010 unirme a alguna de las farras que montan mis hijos, que se echa de menos mantear a Guille al grito de "espontáneo, espontáneo..."

Avisos:

- Los enlaces musicales que acompañarán a cada entrada son de
Spotify

- "Lo mejor de 2009" es una sección de periodicidad incierta que terminará... cuando tenga que terminar, leches, que mi vida es un caos. Bueno, vale, de esta semana ya no pasa. Lo que no publique esta semana es que no sería suficientemente importante. Ala.




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Cápsulas de memoria II: Preparando El Ex-Presidente

9/02/2006

En las semanas que siguieron, la multitud que se había apuntado al grupo de teatro deslumbrados por el Superstar fueron perdiendo el interés, sobretodo después de que nos dividieran en un grupo de veteranos y otro de novatos. Lo mejor de las clases era Jose Mari Barea, nuestro director. Era duro y exigente en los ejercicios, además se notaba que no se le escapaba nada, pero a la vez era muy divertido. Por el momento todo eran ejercicios de deshinibición, control del espacio escénico, voz, cuerpo y, sobretodo, improvisación. Aprendimos a trabajar en equipo con los compañeros dentro y fuera de las clases, porque entre los que fuimos quedando se iba formando una piña.

Una de las cosas más importantes del grupo, si no la que más, era la asistencia y la puntualidad. Si faltabas 3 veces ya podías despedirte de que se te tomara en cuenta en el grupo, así que todos nos afanábamos por cumplir los días de ensayo. En mi caso era muy complicado. Mi situación familiar era muy problemática y cuando no me castigaban tenía rollos familiares. Además, parece ser que no sentó muy bien en casa que me fuera todos los miércoles la tarde entera a hacer teatr, así que lo boicoteaban a propósito. Por esos motivos tuve que faltar un par de veces, con la mala suerte de que la segunda fue el día en que Jose Mari presentó la obra que haríamos, El Ex-Presidente de Juan José Alonso Millán, e hizo la prueba para los papeles.

A la semana siguiente nos repartieron el texto a todos y algunos incluso tenían claro qué papel harían aunque todavía no era oficial. En cuanto tuve en mis manos la obra supe que quería ser Mayte Sepúlveda, una joven provinciana cantante de zarzuelas (era una obra de teatro absurdo). Era el papel más importante, porque aparecía al principio de la obra y no volvía a bajar del escenario. Tuve claro que no me lo darían porque había faltado dos veces en las últimas semanas y, además, el día que se presentaba la obra era uno de ellos. Sin embargo ese día me tocó hacer de Mayte en la lectura y, cuando terminamos Jose Mari nos comentó que dos actores veteranos, Roberto Terán y Julián Alcántara, le ayudarían con la dirección. Ya les hubiera gustado volver entonces a sus "fans". El caso es que Roberto y Jose Mari me llamaron aparte en un momento de la clase y me dijeron que querían darme una oportunidad para ser Mayte Sepúlveda aunque hubiera faltado dos veces. No me lo podía creer, fue uno de los días más felices de mi vida. Era como vivir un sueño y no poder pellizcarte porque estás despierto.

Dormía con el texto bajo la almohada y lo estudiaba a todas horas, incluso durante las clases. Si me encontraba por los pasillos al chico que hacía de Héctor, mi galán en la obra, repetíamos el texto como el que se saluda normalmente. Al poco tiempo no sólo me sabía mi texto, sino la obra entera de cabeza. Los ensayos eran duros, sobre todo aprenderse tantas posiciones y expresar algunos sentiemientos en momentos determinados. Una vez tenía que cantar y como no podía, Roberto estuvo a punto de tirarme el casco de la moto a la cabeza. Cada vez quedábamos más días a la semana, primero miércoles y sábado, después también los lunes y durante el último mes quedamos prácticamente todos los días. La obra se acercaba y aunque algunos estábamos más que preparados otros no se sabían ni sus papeles.

(Prometo intentar conseguir fotos para ponerlas)

CONTINUARÁ...

Cápsulas de memoria I: Jesucristo Superstar

8/25/2006



Era una preciosa noche de primavera, en 1997. De pronto el foco iluminó la azotea del instituto. Era un gran haz de luz blanco que dejaba entrever varias sombras que no paraban de moverse. Las sombras parecían saltar al vacío, pero pronto nos dimos cuenta que bajaban por unos cables prácticamente invisibles. Entonces, también de la nada, aparecieron un par de motos de estas que llevan los Ángeles del Infierno. Dos de los chicos que habían bajado de la azotea se subieron en las motos a hacer piruetas. Uno de ellos, que llevaba un pañuelo en la cabeza, casi se cae y a todos se nos encogió el corazón. Comenzaron a salir actores de todas partes y formaron un círculo perfecto en el centro del patio, convertido esa noche en el inmenso escenario de la ópera rock Jesucristo Superstar. Siempre al ritmo de la música, comenzaron una coreografía sincronizada al milímetro. Según había oído varios actores se habían lesionado de las veces que tenían que hincarse de rodillas a lo largo del baile.

El chico del pañuelo en la cabeza, probablemente uno de los chicos más guapos que haya conocido, se puso en mitad del círculo. Hacía de Simón Zelotes y esa era su canción, en la que intentaba convencer a Cristo de que alzara las armas para liberar al pueblo:

"Deben ser más de 30.000
los que harían cualquier cosa por tí
Dispuestos incluso a morir,
al menos unos 30.000.
Siempre te están escuchando
diles que a roma hay que odiar.
Tú tendrás mucho más poder
y nosotros un hogar"

La verdad es que no tuvo mucho éxito, porque Jesús no tardó en salir a contestarle:



"Morirás mientras tú vivas,
pobre Jerusalén,
para vencer la muerte y no sufrir
deberás morir"

Durante dos horas y media pudimos ver, además de esto, a Judas colgarse de un árbol, a los monjes subidos en un andamio real, cómo del agua donde se limpiaba Pilatos aparecía sangre mágicamente (bueno, químicamente más bien) o a Jesús sufrir mientras le daban latigazos y en su espalda iban apareciendo hileras de sangre. Por no hablar de lo sobrecogedor que fue cuando le crucificaron. Sin duda, todo aquel espectáculo marcó un antes y un después en una Marta de 15 años que miraba atónita desde el público todo aquelló. Lloró, rió, se emocionó. Pero, quizá, lo más emocionante fue cuando en la última canción, cuando todos los actores cantaban... el equipo falló y todo quedó en silencio. Una de las actrices, Ade, fue la primera en reaccionar y comenzó a cantar a capella, como si nada hubiera pasado. El resto de actores la siguió y todos en el público nos levantamos de los asientos para acompañarles con las palmas.

Cuando todo terminó no pude más y salí corriendo a darles la enhorabuena. Mi corazón latía muy rápido, no sabía ni qué les iba a decir ni qué hacer. Sólo quería estar allí con ellos, sentir y vivir ese momento. Entonces no sabía el por qué, pero al primero que me acerqué fué al chico que hacía de Herodes, un Herodes muy pero que muy gay, todo hay que decirlo, que chapoteaba en una piscina de plástico durante la obra. El chico estaba temblando y lloraba mientras no paraba de repetir que no se lo creía. Todas las chicas perseguían al actor que hizo de Jesús, porque es un chico con un aura muy especial (y guapo). A mi me gustó Judas, así que también me acerqué a él. No sé por qué no fui capaz de decirle más que enhorabuena y con mucha timidez, me puse muy colorada y salí corriendo a buscar a Pichi y Bárbara, dos amigos que también actuaban en la obra.

Me quedé con todos a recoger, pues quería compartir con ellos algo de esas sensaciones que vivían en esos momentos. Hubo bebida, tarta, risas y cosas que una niña de 15 años veía por primera vez, todo hay que decirlo. Aquella noche las emociones fueron muchas, lo único que quería era formar parte de eso y fui a ver el resto de representaciones, les ayudaba en lo que surgiera, como había hecho antes del estreno. Pero ahora era distinto. Algo había cambiado dentro de mí después de verles.

Terminó la primavera y pasó el verano. A lo largo de esos meses pensé que la euforia de Jesucristo Superstar se me pasaría, pero llegó septiembre y seguía decidida a entrar en el grupo de teatro del instituto. Así que me apunté. Y llegó el primer día en el grupo. Había muchísima gente, sobre todo chicas. Pero también estaban todos los actores que había visto el año anterior riendo, comiendo tarta, actuando y trabajando duro. En ese momento pensé que no sería capaz, que había mucha gente como para que yo pudiera hacer algo.



Continuará...

Dedicado a Julián, Roberto, Cifu, Ade, Jesús, Ana María, Cova, Pichi, Bárbara, Tere, Alex, Fran, Jose María Barea y todo el equipo de Jesucristo Superstar del Instituto Luis Cernuda.
 

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