Dedicado a Antonio del Castillo

10/21/2011

Hoy tenía pensado actualizar el blog y hablar de las emociones que me provocó el anuncio del fin de la violencia de ETA pero me ha amargado el desayuno el anuncio de la sentencia absolutoria para el Cuco en los delitos de violación y asesinato. Ese personaje es el menor implicado en la muerte de la joven sevillana Marta del Castillo, que desapareció sin dejar rastro en enero de 2009. Le condenan únicamente por encubrimiento, ya que parece demostrado que sabe dónde está el cuerpo de Marta pero aunque se encontró su ADN al lado de la sangre de Marta no reconocen que esté implicado en su fallecimiento... patético, ¿no? ¿Tan fácil es cometer un delito y salir impune? ¿Basta con hacer desaparecer a la víctima y después cachondearse de la justicia dos años? Porque eso están haciendo todos los indeseables implicados en el crimen: hoy confieso, mañana me retracto y pasado digo que la policía me obligó a confesar... ¡y aquí no pasa nada! ¡Venga, hombre! 

Podría pasarme días escribiendo sobre la indignación que este tema me produce y el desamparo en que demuestra que estamos ante el horror de un asesinato pero no, hoy no. Hoy toca apoyar a los familiares de Marta, ejemplares y de los que como sevillana me siento orgulloso. En especial a dos héroes por obligación, Eva Casanueva y Antonio del Castillo. No olvidaré la primera vez que hablé con Antonio. Era verano de 2009 y yo estaba de prácticas en Onda Cero. Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta, iba a declarar así que nos tocaba hablar con el padre de la joven para conocer sus impresiones. Mi compañera de informativos, Martita Lora, y yo estábamos muy nerviosas porque no sabíamos cómo enfocar una llamada así. Me imponía hablar con ese hombre que tanto habría sufrido, me daba miedo hacerle alguna pregunta incómoda o recordarle algún dato doloroso. Marqué su teléfono, me enfundé los casos y suspiré.

Antonio respondió al instante y, no sé explicar, su voz es muy serena, cálida. Me presenté y me saludó como si habláramos todos los días, al instante consiguió que me relajara. Lo primero, claro, le pregunté cómo estaba. Me contó todo lo que había hecho hasta entonces ese día tal como se lo contarías a un colega que te encuentras por la calle. Al hacer la primera pregunta me sentí como si le fuera a ofender, como si no tuviera derecho a hablarle de algo tan íntimo. No recuerdo qué le pregunté primero pero si que fue una de las entrevistas más fáciles que he hecho nunca. Antonio fue muy generoso y me trató con la misma confianza con que trataría a una periodista de su confianza. De hecho me comentó cosas que no había comentado a las agencias esa mañana, no tuvo problemas cuando entramos en los pormenores de la versión que daba Carcaño de cómo violó y mató a su hija. En contra de lo que podrías esperar de alguien que está pasando por un infierno como el Caso Marta del Castillo, Antonio desprende positividad, ganas de vivir. Hay momentos en que le notas la tristeza en que el tono de voz se le vuelve monótono y melancólico... pero es que es humano como todos nosotros.

Por eso hoy cuando le he visto impotente, indignado, frustrado con la sentencia del Cuco en la mano he pensado que este mundo en que vivimos es profundamente injusto, que la justicia no debe funcionar en algo si alguien que participa en un asesinato tan horrible y además tortura a los padres de su víctima años y años sin rebelar el paradero del cuerpo se va de rositas. Antonio y Eva quieren, NECESITAN, poder cerrar este asunto, saber de una vez por todas dónde está su niña. Y si ahora ya no les puede perjudicar en el juicio que aparezcan los restos es un acto de extrema crueldad seguir ocultándolo. Así que por eso hoy le dedico este pequeño y humilde rinconcito a Antonio, a Eva y a mi tocaya para que allá entre los ángeles se sienta orgullosa de sus papás.



¿Desea saber más?


Portada que publiqué en ADN sobre el cambio de versión de Carcaño en 2009

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