Verano

8/06/2014

[Escrito originalmente el viernes 1 de Agosto]


Hola caracolas:

¿Veis como no iba a abandonar este blog alternativo? Otro día pensaré si es positivo o no para mi marca personal tener una página/blog y además continuar con estos Campos de Fresas que me son tan queridos. O de este gusto que le estoy cogiendo al género epistolar. Pero hoy me apetece reflexionar sobre el verano.

Cuando se acerca diciembre leo a mucha gente despotricar sobre las navidades, su lado consumista y la hipocresía de tener que reunirse con la familia o hacer buenas acciones. ¡Pero si el verano es peor! Tienes que irte de vacaciones o si no eres un paria, subir muchas fotos de las cosas maravillosas que haces y atreverte a ponerte en ropa interior. En los últimos años el verano es la estación en la que más presionada socialmente me he sentido con diferencia. A nadie le cogerá de sorpresa si digo que desde la boda he cogido unos pocos (muchos) kilos de más. O que me he comido a mí misma, yo misma lo definiría así, jejeje. Pero los llevo como medallas al valor, como heridas de guerra. Porque los he ganado a base de no rendirme, de decirme a mí misma que iba a superarme... Los he ganado por enfrentarme a mis miedos e inseguridades. Ha sido la manera, errónea, de manejar la ansiedad que este proceso me ha generado.



Han sido dos años de trabajar como un burro y no parar de formarme para comenzar a dar la talla profesionalmente, o al menos intentarlo. De conocerme a mí misma, perdonarme por mis defectos y comenzar a quererme. Para ello, recibir formación en coaching ha sido fundamental, como culminar un proceso de concienciación personal que inicié con la psicología y el budismo zen. Veinticuatro meses de cerrar heridas emocionales y de replantear objetivos, relaciones y vida. Y que son nada más que el principio de un estilo de vida para toda la vida.



El caso es que este verano, volvemos a la estación nefasta, he visto que todo ese esfuerzo ha dado sus frutos. Llevaba tres o cuatro años sin ir a la playa ni a la piscina. Únicamente me he puesto en ropa de baño para ir al spa antes de la boda. Lo intenté muchas veces pero me paralizaba, me horrorizaba mi cuerpo y pensaba que la gente se reiría al ver tal grano o cual pelo. Tampoco he salido de Sevilla en los últimos veranos, así que me sentía inferior por no irme a la casa familiar en la playa o hacer una escapada europea. 

Esta semana, porque mis vacaciones van a ser nada más que una semana, tengo menos dinero y más kilos que nunca. Y me he paseado por una piscina en bikini, he pataleado en la hamaca para luchar contras las moscas. Me he puesto vestidos, he bromeado sobre mis defectos... Me he sentido tan libre, tan llena. Sin salir de Sevilla apenas, este está siendo uno de los mejores veranos de mi vida. Incluso veo más feliz a mi pareja, le veo más relajado y disfrutando a tope de todo. Creo que al yo sentirme más segura desprendo otra energía que provoca que las personas se relacionen conmigo de manera distinta, incluso se sientan diferente al estar a mi lado.



Escribo estas líneas en bikini, deseando repetir experiencia piscinera hoy (tranquilos, es de interior). Tengo ganas de comerme el mundo, mil estrategias en la cabeza para avanzar en las tareas profesionales y personales que dejé en reposo antes de las vacaciones. Está claro que, aparte de todo, necesitaba con urgencia desconectar. Pero quería compartir con quien quiera leerlo que se puede ser feliz y quererse, que no te vas a querer más por tener un físico espectacular porque es una cuestión mental. Es más, ahora si me apetece empezar a cuidar mi alimentación y practicar algún deporte. ¿Sabéis por qué no lo hacía antes? Pensaba que no serviría para nada, que yo no tenía solución. 

En la vida absolutamente todo puede ser un problema o una oportunidad. Habrá cosas, muchas, que serán profundamente dolorosas. Pero otras, la mayoría, se pueden relativizar y afrontar con una sonrisa. Quiérete, permítete ser feliz y lo descubrirás por tí mismo.


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