Es más que amor... es pasión

4/21/2011

Tarde de vacaciones. Ociosa por obligación porque necesito desconectar. Abro Spotify y pienso en qué canción recomendar vía Facebook un día como hoy. No lo dudo: "tiene que ser una del Superstar" me digo a mí misma y pongo el Getsemaní de Camilo Sesto a todo trapo. La canto a voz en grito hasta que termina y aleatoriamente comienza a sonar Simón Zelotes, también de la BSO de esta genial ópera rock de los setenta. ¡Coño! Qué curioso, al mismo tiempo tengo una nueva notificación en Facebook: "Paco Cifuentes te ha invitado al evento PRÓXIMOS CONCIERTOS"... Mi mente comienza a volar muy atrás, a mi época adolescente, hasta dar con el origen de mis pasiones, con el germen de las grandes cosas que todavía hoy me mueven en la vida:


Capítulo 1. El Teatro

Y es que, con quince años, una noche de luna llena de 1997, me enamoré para siempre del teatro (como conté en este mismo blog hace algún tiempo). Por entonces, lo he contado muchas veces, yo era una pipiola que quería ser hippie, bohemia y artista. Así que me pegaba a los que eran así en el instituto, mayores que yo y con ese aire interesante que tanto respeto me infundía. En el grupo de teatro estaban algunos de ellos (que, de hecho, son hoy grandes artistas) como el propio Paco Cifuentes o Rober Terán, por lo que la pequeña Marta adolescente se compró entradas para las cinco representaciones de Jesucristo Superstar. ¿Qué pasa? Lo hice porque no siempre hacían los mismos los papeles principales y porque mi amiga Bárbara hacía de apóstol y me tenía enganchada a todo lo relacionado con el montaje. Al final terminé formando parte, en cierto modo, de todo aquello y supe que yo también quería hacerlo. Un año después, cuando me subí a las tablas por primera vez, me enganché al escenario de por vida. La sensación que tiene uno cuando baja el telón es lo más parecido a enamorarse que he experimentado. Te embarga una paz y una alegría incontrolables durante los siguientes días y entonces no puedes pensar en otra cosa más que en ello. Mi trayectoria como actriz de momento es corta e irregular: un protagonista y un secundario en el instituto, algunas escenas cortas, un corto haciendo de una Lady Macbeth prostituta, una obra interactiva escrita a dos manos con mi amigo Carlos Tuñón para la facultad y una adaptación también para la facul. ¡Ah! también algo de teatro loco de calle con una compañía de la que fui fundadora y siempre me sentiré orgullosa de decir que su nombre estuvo inspirado por mi afición beatlémana: IMAGINA TEATRO.

Capítulo 2. La música y Los Beatles

En casa siempre había una radio encendida, mi madre debe tener una en cada habitación. Así que creo que llevo escuchando música desde que nací. En algún momento que no consigo determinar pasé del Radiolé a los 40Principales y ya entonces grababa en cintas las canciones para poder jugar a que era locutora de radio... pero eso es de otro capítulo. Como ya he explicado antes yo me pegaba a los pantalones de todo chico o chica mayor con aires de bohemio o hippie que conociera. Además de los teatreros teníamos a los que escribían la revista del instituto, muy ácida y con un rollo underground que yo nunca he tenido pero que adoro. ¿Os he contado que me cortaba mucho con los bohemios? Si, verdad. Pues con Antonio, Alfonso Amo, David Calzado y compañía me pasaba que no encontraba temas de los que hablar con ellos pero quería conocerles mejor. La solución la encontré en el britpop, escuchando los 40 a diario era toda una experta y a ellos les molaba... Conseguí mi objetivo y Antonio me propuso escribir un artículo sobre John Lennon para la revista... ¡Yo sólo sabía de John Lennon que era de Los Beatles y que estaba muerto! Así que Antonio y la canción Lemon Tree de Fool's Garden son los culpables de mi beatlemanía. De las locuras que he hecho por Los Beatles mejor os hablo otro día... o escribo un libro que da para eso si sumo las que han hecho amigos míos.

Capítulo 3 (y último). La radio y el periodismo

Volvamos a 1995. Habíamos dejado a una joven Marta casi recién llegada a Sevilla pegada todo el día a un radiocasete de doble pletina. Escribía mis propias entradillas para las canciones, las presentaba y me fastidiaba cuando no las había podido grabar de la radio enteras. Como un par de años después descubrí que los 40Principales convocaban anualmente un concurso para nuevos locutores. Llamé muy ilusionada a la emisora y un amabilísimo Luis Rollán (que también había sido, casualidades de la vida, uno de esos bohemios de mi instituto) me explicó que no podía participar porque no alcanzaba la edad requerida. Hasta entonces había querido estudiar una ingeniería pero ese día tuve claro que iba a ser periodista y que ni la edad ni nada se volvería a interponer en mi camino.

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Los más observadores habrán notado que todas mis pasiones (hasta mi pareja, al que no meto en este ránking pero sabe que es lo que más me apasiona de la vida) nacen en la adolescencia. Y creo que es así para la mayoría de nosotros. Cuando tenemos catorce, quince años... nos atrevemos a soñar, a hacer las cosas desde el corazón y hasta las últimas consecuencias, queremos tocar la luna con las yemas de los dedos. Después, si no la regamos, esa pasión va muriendo como una flor que se marchita si no la atiendes a diario. Así que esos bohemios, hoy algunos amigos ya sea en la distancia o en el recuerdo, son los "culpables" de que siga siendo una apasionada de la música, Los Beatles y el teatro... y cuando por fin me gane la vida como periodista podré decir que lo conseguí en parte gracias a ellos. Bueno, a ellos y a una Marta adolescente a la que nunca he querido traicionar.

¡Feliz Jueves!


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