Diez años sin Julio A. Parrado y José Couso

4/07/2013

Es siete de abril otra vez, y desde que el reloj marca la medianoche, como cada año, me invaden a la vez las mejores y las peores emociones.

Hace 19 años, tal día como hoy, Tenía 11 años y jugaba en el patio del colegio cuando venían a anunciarme que la menor de mis hermanas, Macarena, había nacido. La luz de toda nuestra familia se había encendido.

Nueve años después el país entero contenía la respiración porque un misil había impactado contra el centro de comunicaciones del ejército estadounidense al sur de Bagdad. Horas después se confirmaba la noticia, Julio A. Parrado había perdido la vida en el ataque. Julio tenía 32 años y todas las crónicas cuentan que era uno de ésos periodistas de raza, de los que llevan el periodismo en sus venas hasta no poder más. En el momento de su muerte trabajaba como corresponsal de El Mundo en Nueva York donde cubrió, por ejemplo, el ataque a las torres gemelas. Sus condiciones laborales, ya por entonces, no eran las más óptimas. Sobretodo teniendo en cuenta que iba empotrado en una unidad del ejército norteamericano a una guerra. De hecho uno de los motivos por los que Julio permaneció en el centro de comunicaciones el día del ataque fue por no llevar un chaleco salvavidas reglamentario, mucho más caro que el que pudo permitirse. 

Apenas un día más tarde un carro de combate USA disparaba contra el hotel Palestina en Bagdad, en el que se alojaba toda la prensa extranjera. José Couso estaba en ese momento filmando y fue alcanzado por el ataque... Murió horas después. Las filtraciones de Wikileaks demostraron presiones por parte del Gobierno estadounidense al ejecutivo español para que los militares responsables no fueran conducidos ante la justicia sino que, más bien, el caso quedara en aguda de borrajas. Diez años después familiares y compañeros siguen reclamando justicia para el caso Couso

Pero recordar a José y a Julio no es lo que me pone triste. Al igual que el nacimiento de mi hermana, sus trayectorias profesionales aportaron luz a una profesión tan dura y tan denostada. Las circunstancias de sus muertes, sin embargo, son el mejor botón de muestra para reflejar la que sigue siendo la realidad del periodismo 10 años después. 

Ayer compartíamos cervezas y debate varios compañeros periodistas, ninguno de los cuales a día de hoy tenemos la oportunidad de trabajar en un medio. Siendo las fechas que son me acordé de los compañeros caídos. Estoy segura de que Julio se echaría las manos a la cabeza de oírnos comentar cómo en las redacciones se dice a los jóvenes que quién cojones se creen para cobrar si aún no tienen nombre. José, por su parte, habría alucinado al enterarse de la detención de Ana García, cámara de La Sexta detenida cuando filmaba una manifestación pacífica contra los desahucios. 

El debate partió de la resignación ante lo que es un hecho a día de hoy: el control de los medios de comunicación de masas por parte del poder económico. Trabajar para uno de éstos medios es tener claro qué puedes y qué no puedes contar según quién sea tu patrón. Y ser consciente de que si eres tan afortunado como para trabajar en un medio cobrarás una miseria, si cobras, y si te dejan trabajar dentro de este clima de desmantelamiento del periodismo en España. A día de hoy muchas emisoras de radio pequeñas y medianas no se plantean pagar a los periodistas que generan su contenido pero siempre hay una compensación económica por pequeña que sea para los técnicos porque "sin ellos no se puede hacer radio". ¿Podría existir una humillación mayor? Si, según un barómetro reciente los españoles tienen peor considerada nuestra profesión que el terrorismo. 

Lo peor no es que existan dificultades sino ese sentimiento de derrota que no podemos evitar tener. Claro que lo seguimos intentando, pero sin el convencimiento de que algún día informar pueda volver a convertirse en nuestro modo de vida. ¿Qué pensarían Julio y Couso si estuvieran aquí y vieran lo que está ocurriendo? Es bien sabido que Julio peleó por ir a Irak en unas condiciones dignas. En el caso de José la injusticia vino después pero ahí sigue y es vergonzosa. Diez años después de sus muertes como enamorada de esta profesión me gustaría poder escribir un artículo o dedicar unos minutos de radio a contar qué ha sido del legado de estos dos grandes hombres. Pero lo único que puedo hacer es rendirles homenaje en un blog personal por pura afición. 

Ninguno de los que estábamos alrededor de una mesa ayer nos hemos rendido, ni vamos a hacerlo. De hecho reunirnos de vez en cuando nos llena de motivación ante un mundo loco que parece que no nos quiere o cree que no nos necesita. Al final, de tanto insistir, encontraremos el camino. De eso estoy segura. Porque una sociedad no puede avanzar sin conocer el mundo que le rodea, sin ser consciente de lo que pasa a su alrededor, entenderlo e interpretarlo. Y ahí estaremos nosotros para conseguirlo. 

¡GRACIAS COMPAÑEROS PORQUE VUESTRA MEMORIA Y LA DE TODOS LOS COMUNICADORES QUE HAN CAÍDO EJERCIENDO LA PROFESIÓN QUE AMARON SON CADA DÍA NUESTRA INSPIRACIÓN!

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